INTRODUCCION
EL AUTOR—Policarpo,
discípulo de Juan (ad Philippenses, cap. 7) cita a 1Jo_4:3.
Eusebio (Historia Eclesiástica, 3. 39) dice de Papias, oyente de Juan y
amigo de Policarpo: "Hacía uso de testimonios de la Primera Epístola de
Juan". Ireneo, según Eusebio (Hist. Ecle. 5. 8), citaba esta
Epístola a menudo. Así en su obra Contra las Herejías (3. 15; 5, 8),
cita a Juan por nombre (véase el 2:18, etc.); y en 3. 16, 7, cita el 4:1-3;
5:1, y 2Jo_1:7 y 8. Clemente de Alejandría (Stromata, 2. 66, pág.
464) hace referencia al 5:16, como de la mayor Epístola de Juan. Véanse
otras citas, Stromata, 3. 32, 42; 4. 102. Tertuliano (Adversus
Marcion, 5. 16) se refiere al 4:1, etc.; Adversus Praxean, cap. 15,
a 1Jo_1:1. Véanse sus demás citas, cap. 28; y Contra Gnósticos.
12. Cipriano, Epístola 28 (24), cita el 2:3, 4, como de Juan; y De
Oratione Domini, 5, cita el 2:15-17; y De Opere et Elemos, 2 cita el
1:8; y De Bene Patientiae, 2, cita el 2:6. El Fragmento de Muratori dice
tocante al canon, "Hay dos de Juan (el Evangelio y la Epístola ?) tenidos
por católicos", y cita el 1:3. La Versión Siríaca Peschito la
contiene. Orígenes (en Eusebio, 6. 25) habla de la Primera Epístola como
genuino, y "probablemente la segunda y la tercera, aunque no todos
reconocen estas dos": sobre el Evangelio de Juan, tomo 13, vol. 2,
cita el 1:5. Dionisio, discípulo de Orígenes, cita las palabras de esta
Epístola por las del evangelista Juan. Eusebio Hist. Ecle., 3. 24, dice
que "la Primera Epístola y el Evangelio de Juan son reconocidos sin
cuestión por los actuales así como por los antiguos. Así también Jerónimo, en Catalogus
Ecclesiasticorum Scriptorum. La oposición de Cosmas Indicopleustes, del
siglo seis, y la de Marción, porque nuestra Epístola era contraria a sus
opiniones, no tienen peso alguno en contra de tan irresistible testimonio.
La evidencia
interna es igualmente fuerte. Ni el Evangelio ni la Epístola se puede decir que
sean una imitación; sin embargo, los dos, en estilo y modos de pensamiento, son
evidentemente de la misma mente. Las notas individuales no son tan numerosas ni
obvias como en los escritos de Pablo, como era de esperarse en una epístola
general; pero las que hay concuerdan con la posición de Juan. Presupone su
apostolado, y acaso alude a su evangelio así como al vínculo afectuoso que lo
ligaba cual anciano pastor a sus "hijos" espirituales; y en el 2:18,
19; 4:1-3, alude a los falsos doctores como conocidos por sus lectores; y en el
5:21 los amonesta en contra de los ídolos del mundo que los rodeaba. No es
objeción en contra de su autenticidad el que aparezca en ella la doctrina de la
Palabra, o la divina Segunda Persona, que existía en la eternidad y en debido
tiempo fué hecha carne, en oposición a los docetistas del siglo dos, los que
negaban que nuestro Señor viniese en carne, y sostenían que vino sólo en una
semejanza externa; porque la misma doctrina aparece en Col_1:15-18; 1Ti_3:16;
Heb_1:1-3; y los gérmenes del docetismo, no bien desarrollado sino hasta
el siglo dos, ya existían en el primero. El presciente Espíritu, por medio de
Juan, pone sobre aviso a la Iglesia de antemano en contra de la futura herejía.
LOS
DESTINATARIOS.—Agustín, Quaest. Evang., 2.39, dice que esta Epístola fué
escrita a los partos. Beda, en un prólogo de las siete Epístolas
Católicas, dice que Atanasio atestigua lo mismo. Por Partos se puede
significar a los cristianos que vivían más allá del Eufrates en el territorio
de los partos, fuera del Imperio Romano, y "la Iglesia de Bobilonia electa
junto con" las iglesias de la región efesia, región a la cual Pedro
dirigió sus Epístolas. Como Pedro se dirigió al rebaño que Juan posteriormente
pastoreó (en donde Pablo había antes administrado), así Juan, íntimo compañero
de Pedro desde la ascensión, se dirige al rebaño entre el que Pedro estaba
cuando él escribió. Así "la electa señora" corresponde a "la
coelecta Iglesia." Véase confirmación adicional de esta opinión en Introducción
a 2a. Juan. No es necesariamente una objeción a este parecer el que Juan nunca,
que se sepa, sirvió personalmente en el territorio parto. Pues ni tampoco Pedro
administró personalmente a las iglesias de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y
Bitinia, no obstante dirigióles sus epístolas. Además, en la larga vida de
Juan, no podemos decir dogmáticamente que Juan no visitara a los cristianos
partos, después de dejar Pedro de servirles, por razón de la ausencia de
testimonio existente a tal efecto. Esta opinión es tan probable como la de
Alford, etc., de que en la referencia de Agustín "a los partos," debe
alterarse por enmendación conjectural; y de que esta epístola va dirigida a las
iglesias de Efeso y sus alrededores, en base al tono paternal de las palabras
afectuosas de ella, de lo que se infiere su ministerio personal entre sus
lectores. Pero su posición, como probablemente el único apóstol sobreviviente,
concuerda muy bien con el afectuoso consejo paternal que dirige, en una
epístola general, a un número de iglesias que él no había servido
particularmente y en persona, en virtud de su dirección apostólica general de
todas las iglesias.
FECHA Y LUGAR DE
REDACCION.—Esta epístola parece haber sido escrita subsecuentemente a su
evangelio, pues presume que los lectores tenían un conocimiento de los hechos
del evangelio y de los discursos del Señor, y también del aspecto especial de
la Palabra encarnada, como Dios manifestado en la carne, expuesto más
plenamente en su evangelio. El tono de sus palabras, como de un padre que habla
a sus "hijitos," (frase usada repetidas veces) concuerda con la idea
de que esta epístola fué escrita en la ancianidad de Juan, acaso alrededor del
año 90. En el 2:18, "es la última hora," probablemente no se refiere
a evento particular alguno, como la destrucción de Jerusalén, que ya hacía
muchos años que había acaecido, sino que se refiere a la proximidad de la
venida del Señor, comprobada por su surgimiento de los doctores anticristianos,
la señal de los últimos tiempos. Era el propósito del Espíritu el de
tener a la Iglesia siempre a la expectativa de la venida de Cristo y dispuesta
para ella en todo momento. Toda la edad cristiana es el último tiempo en
el sentido de que no habrá otra dispensación antes de que él venga. Comp.
"estos últimos días," Heb_1:2. Se puede conjeturar que Efeso
fuese el lugar de su redacción. La alusión controversial a los gérmenes de la
herejía gnóstica, concuerda con la idea de que el Asia Menor sería el lugar,
y la última parte de la edad apostólica, la fecha, de la escritura de
esta epístola.
EL CONTENIDO.—El
tema principal del todo es la comunián con el Padre y con el Hijo (1.3).
Se pueden observar dos divisiones: (1.) 1:5-2:28: el tema de esta porción se
indica en seguida. "Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas;"
por consiguiente, a fin de tener comunión con él, debemos caminar en la luz;
relacionados con lo cual están la confesión del pecado y el subsecuente perdón
por la propiciación e intercesión de Cristo, sin cuyo perdon no puede haber ni
luz ni comunión con Dios: otro paso en este camino de la luz es el cumplimiento
positivo de los mandamientos de Dios, la suma de los cuales es el amor,
en contraste con el odio, el punto culminante de la desobediencia de la palabra
de Dios: negativamente, los exhorta según los varios grados de su desarrollo
espiritual, niños, padres, jóvenes, en consonancía con sus privilegios,
como perdonados, conocedores del Padre, y vencedores del maligno, no amantes
del mundo, lo cual es incompatible con la inmanencia del amor del Padre; y
los exhorta a guardarse de los doctores anticristianos ya existentes en el
mundo, los que no son de la Iglesia, sino del mundo, contra los cuales la
verdadera defensa está en que sus lectores creyentes, ya ungidos de Dios,
siguiesen permaneciendo en el Hijo y en el Padre. (2.) La segunda división
(2:29-5:5) discute el tema que sirve de apertura: "El es justo;"
consecuentemente (como en la primer división), "todo aquel que hace
justicia es nacido de él." El ser nosotros hijos envuelve nuestra propia
purificación, así como esperamos ver al Señor y ser hechos como él cuando
aparezca; en esta segunda división, como en la primera, se presenta tanto un
lado positivo como uno negativo de "hacer justicia como él es justo,"
que envuelve un contraste entre los hijos de Dios y los hijos del diablo. El
odio caracteriza a éstos; el amor, a aquéllos: este amor da la seguridad de la
aceptación por Dios de nosotros y de nuestras oraciones, acompañadas como están
(3:23) de la obediencia a su gran mandamiento, de "creer en Jesús, y de
amarse los unos a los otros:" La señal (3:24) de que mora en nosotros y
confirma nuestros corazones, es el Espíritu que nos ha dado. En contraste con
esto (como es la primera división) advierte en contra de los espíritus falsos,
cuyos rasgos son: la negación de Cristo, y el amor al mundo. El estado de hijo,
o nacimiento divino, se describe luego más plenamente: su característica
esencial es el libre, no servil, amor a Dios, porque Dios nos amó primero, y
dió a su Hijo para que muriera por nosotros; y el consiguiente amor a los
hermanos, basado en el hecho de ser ellos, como nosotros, hijos de Dios, y así
la victoria sobre el mundo: ganada ésta sólo por el que cree en Jesús como el
Hijo de Dios. (3) La conclusión establece esta última verdad céntrica, sobre la
que descansa nuestra comunión con Dios, a saber, el haber venido Cristo por el
agua del bautismo, por la sangre de la propiciación, y el testimonio del
Espíritu, que es la verdad. Como al principio de la epístola, hace descansar
esta verdad cardinal en el testimonio apostólico del ojo, del oído y del tacto,
así ahora a la terminación, la confirma sobre el testimonio de Dios, que es
aceptado por el creyente, en contraste con el incrédulo, quien hace
mentiroso a Dios. Luego sigue la declaración final de la razón acerca de
por qué les escribió (5:13; comp. 1:4, que le corresponde), a saber, para que
los creyentes en Cristo el Hijo de Dios sepan que tienen (ya, ahora mismo) la
vida eterna (fuente de todo "gozo," 1:4; comp. asimismo su
objeto en escribir el Evangelio, Joh_20:31), y así tengan confianza
respecto a sus oraciones (que corresponde al 3:22 de la segunda parte): por
ejemplo, la intercesión de ellos por el hermano que peca (a menos que sea
pecado de muerte). Termina con un breve resumen de la instrucción de la
epístola, la alta dignidad, la santidad y la seguridad del mal de los hijos de
Dios, en contraste con el mundo pecaminoso, y una amonestación contra la idolatría
literal y espiritual: "Guardaos de los ídolos."
Aunque la
epístola no es directamente polémica, la ocasión que sugirió su redacción,
probablemente fué la aparición de doctores anticristianos; y por cuanto él
conocía el carácter espiritual de las varias clases de los destinatarios, niños,
jóvenes, padres, siente la necesidad de escribirles para confirmarlos en la
fe y en la dichosa comunión con el Padre y con el Hijo, así como para
asegurarles la realidad de las cosas por ellos creídas, para que gocen de los plenos
privilegios de creyentes.
EL ESTILO.—Su
peculiaridad es su amor al aforismo y a la repetición. Su tendencia de repetir
sus propias frases se debe en parte al afectuoso carácter exhortatorio de la
epístola; en parte, también, a su forma hebraica, que abunda en proposiciones
paralelas, distinta del estilo griego y más lógico de Pablo; también a su
extrema simplicidad de espíritu, que emocionado por su solo gran tema, lo
repite, lo explaya, con deleite y con entusiasmo. Además, como Alford dice
bien, la apariencia de la uniformidad se produce a menudo por la falta de una
exégesis lo bastante profunda para descubrir la verdadera diferencia en los
pasajes que parecen expresar la misma cosa. Contemplativo, más bien que
argumentativo, se detiene más con lo general que con lo particular, sobre la
vida cristiana interior antes que sobre la exterior. Invoca repetidas veces
ciertas verdades fundamentales, ya dilatándolas y aplicándolas, ya repitiéndolas
de nuevo en su simplicidad condensada. El desarrollo de los pensamientos no
sigue a pasos sucesivos, como en el estilo lógico de Pablo, sino más bien giran
en un círculo trazado en derredor de un penamiento céntrico que reitera, para
volver sobre él siempre, contemplándolo, ya en su aspecto positivo, o ya en su
negativo. Muchos términos que en el evangelio se ponen en boca del Señor, en la
epístola aparecen como expresiones favoritas de Juan, naturalmente adoptadas
del Señor. Por ejemplo, los términos contrastados, "carne" y
"espíritu," "luz" y "tinieblas,"
"vida," y "muerte," "permaneced con él:" la
"comunión con el Padre y con el Hijo, y de los unos con los otros,"
es una frase favorita también, no hallada en los Evangelios, pero sí en Los
Hechos y en las Epístolas de Pablo. En Juan aparece la unión armoniosa de los
opuestos, que lo hace apto para sus nobles funciones en el reino de Dios: el
reposo contemplativo de carácter, y al mismo tiempo el ardiente celo,
combinados con un amor que consume: menos adaptado para el servicio activo
exterior, tal como el de Pablo, que para el servicio espiritual. Expone las
verdades cristianas, no como dogmas abstractos, sino como realidades vivientes,
personalmente gozadas en la comunión con Dios en Cristo, así como con los
hermanos. Sencillos, y al mismo tiempo profundos, sus escritos están en
consonancia con su espíritu, sin la retórica y la dialéctica, suaves,
consoladores, y amorosos: que reflejan el Espíritu de aquel sobre cuyo pecho se
reclinó en la última cena, y cuyo discípulo amado fué él. Ewald en Alford,
hablando de la calma apacible y celestial que caracteriza esta epístola, dice:
"Parece ser el tono, no tanto de un padre que habla con sus queridos
hijos, como el de un glorificado santo que desde un mundo superior se dirige a
la humanidad. Nunca en escrito alguno se aprobó la doctrina del divino
amor—amor que obra en silencio, siempre incansable, nunca agotado—tan
perfectamente como en esta Epístola."
LA POSICION DE
JUAN EN EL DESARROLLO DE LA IGLESIA.—Como Pedro lo fundó, y Pablo lo propagó,
así Juan es quien completó el edificio espiritual. Como el Antiguo Testamento
pone en prominencia el temor de Dios, así Juan, el último de los
escritores del Nuevo Testamento, da la prominencia al amor de Dios. Sin
embargo, como el Antiguo Testamento no se limita del todo a la presentación del
temor de Dios, sino que también expone su amor, así Juan, como
representante del Nuevo Testamento, si bien respira continuamente el espíritu
de amor, no deja de proferir las advertencias más claras y horrendas contra el
pecado, de acuerdo con su carácter original de Boanerges, "hijo del
trueno." Su madre era Salomé, madre de los hijos de Zebedeo, probablemente
la hermana de la madre de Jesús (comp. Joh_19:25, "hermana
de su madre," con Mat_27:56; Mar_15:40), de modo que era
primo hermano de nuestro Señor; de su madre, bajo la influencia de Dios, pudo
haber recibido sus primeras impresiones serias. Esperando como ella esperaba,
el reino mesiánico de gloria, como aparece en su petición (Mat_20:20-23),
sin duda había tratado de inspirar en la mente joven y ardiente de su hijo la
misma esperanza. Neandro distingue tres tendencias principales en el desarrollo
de la doctrina cristiana: la paulina, la jacobina (entre las que la petrina
forma un eslabón intermedio), y la juanina. Juan, en común con Jacobo, estaba
menos dispuesto al molde intelectual y dialéctico de pensamiento que distingue
a Pablo. El no había llegado a la fe y a la paz por medio de un conflicto
severo como el apóstol de los gentiles: sino que, como Jacobo, había alcanzado
su individualidad cristiana por un desarrollo tranquilo: Jacobo, con todo,
había pasado al través de una amoldadura previa en el judaísmo, la cual, bajo
el Espíritu, lo llevó a presentar la verdad cristiana en conexión con la ley,
hasta donde ésta, en su espíritu, mas no en la letra, es permanente, y no
abolida, sino establecida bajo el evangelio. Pero Juan, desde el principio,
había sacado todo su desarrollo espiritual de la contemplación personal de
Cristo, el hombre modelo, y de su trato con él. Por tanto en sus escritos, todo
gira sobre un sencillo contraste: la vida divina en comunión con Cristo:
la muerte en la separación de él, como aparece en sus frases
características: "vida, luz, verdad; muerte, tinieblas, mentira."
"Como Jacobo y Pedro marcan la transición desde el judaísmo
espiritualizado al desarrollo independiente del cristianismo, y como Pablo
representa el desenvolvimiento independiente del cristianismo en oposición al
punto de vista judaico, así el elemento contemplativo de Juan concilla las dos
cosas, y forma el punto culminante de la enseñanza de la Iglesia
apostólica." [Neander.]
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